Cobra 35 dólares por sacar punta punta a mano a los lápices... y consigue 2.000 clientes
Durante
casi una década, David Thomas Rees malvivió tratando de labrarse un futuro como
dibujante de viñetas humorísticas para periódicos y webs de información de Estados Unidos.
Llegó a tener una serie relativamente conocida, ‘Get your war on’, sobre la
guerra contra el terrorismo que EEUU inició tras los ataques del 11 de
septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas.
Aunque sus trabajos se
publicaron entre 2001 y 2009 en revistas tan conocidas como ‘Rolling Stone’,
‘GQ’, ‘The Nation’ o ‘Harper’s Bazaar’, la carrera como dibujante de Rees no
terminó de cuajar. En 2010 decidió dejarlo y, tirando de su ácido sarcasmo, lanzar
un negocio por correo de afilado artesanal de lápices.
“Pensé que si pudiera encontrar la manera de
recibir dinero por afilar lápices, yo sería feliz”, asegura en su web Artisanal Pencil
Sharpening. El proceso es sencillamente genial: recibe de sus
clientes los lapiceros –recomienda los del número 2, un clásico–, los
saca punta manualmente y se los manda de vuelta, previo pago de 35 dólares,
claro.
Rees se ha convertido en el primer afilador profesional de lápices
y, aunque pueda parecer un mercado con poco futuro, cuenta con casi
2.000 clientes en todo el mundo, muchos de los cuales le
solicitan el pack ‘edición limitada’, que incluye un grabado suyo junto al
lápiz afinado, que en esta ocasión se sube un poquito más de precio: 60
dólares.
Asegura que se puede tirar el lápiz contra la pared, y que no se
romperá ni un nanogramo de grafito. También embolsa las virutas del lápiz, que
manda al cliente junto con un certificado de “auténtico afilado
artesanal”.
Best
seller
Por si
no fuera suficiente, ‘el hombre que susurra a los lapiceros’, como ya le llaman
en EEUU, se ha convertido en un autor de éxito. La primera edición de su
libro ‘Cómo afilar lápices’ es un éxito de ventas en Amazon,
las librerías Barnes & Noble o iTunes, y ha recibido críticas positivas en
revistas tan prestigiosas como ‘New Yorker’.
Rees, que empezó en el negocio de sacapuntas medio en broma medio
en serio, ha visto un filón, y es que sus clientes ya no ven
los lápices como un instrumento de dibujo, sino como una obra de arte.
“La única motivación para empezar en este negocio era la de
conseguir que la gente vuelva a apreciar los lápices amarillos del número 2,
que son muy chulos e interesantes”, bromeó el artesano en una entrevista con Fox News llena
de ironía en la que dejó claro que el afilado manual es un negocio en el que “se ganan toneladas de dinero”.
Fuente: http://es.finance.yahoo.com/
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