Los primeros pasos del nuevo papa apuntan bien. Signos de austeridad, ninguna
ostentación: ni cruces de oro ni capas de armiño ni limusinas. Llamamiento a
los cardenales para que su comportamiento sea “irreprochable”. Y ese “tengamos el coraje de
caminar”, que es como decir no a las posiciones
inamovibles. Da incluso la impresión de que
Francisco tiene poco ego. ¡No parece argentino! Y el nombre adoptado: ha
llegado al poder eclesial el jesuita
franciscano, esperemos
que con lo mejor de dos de las órdenes religiosas más relevantes en la historia
de la Iglesia.
Tras las palabras y
los gestos simbólicos, ahora debieran venir los hechos. ¿Se atreverá Bergoglio?
¿Denunciará la pobreza también
en Europa, la brecha social, la dictadura de los capitales sobre las personas?
¿Se acercará a las víctimas de los recortes
sociales, como en Argentina se acercó a los
cartoneros? ¿Limpiará a fondo y para siempre el pozo podrido del Instituto para
las Obras de Religión, el llamado Banco Vaticano? ¿Sacará de la Curia a las
parece que abundantes manzanas podridas? ¿Denunciará y castigará a los pederastas? ¿Se atreverá a no condenar los
anticonceptivos, o a los católicos
divorciados? ¿Y a reconsiderar el celibato de los
curas? ¿Repartirá los bienes de
la Iglesia con los pobres, como le pide su
Evangelio? ¿Acabara con 2000 años de discriminación de la mujer? ¿Hará incluso una reforma electoral que acabe
con la ultima monarquía absoluta que queda en el planeta, la suya,
para convertirla en una organización un poco democrática? ¿Respetará las leyes de
los hombres, de los Estados, sin pretender
imponerlos su ley divina?
¿O es pedir peras al olmo?
Fuente: 20minutos
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